Siéntese ud. sobre una superficie llana, y preocúpese que ésta, a su vez, dé hacia un espejo. Antes de caer sobre él, presione la oscuridad de sus pasiones e invite a su sala a la volería*. Introduzca (y esto es importante) lentamente una mano en su bolsillo de pantalón y acomode sobre su asiento a sus anchas sus ancas.
Notara ud. una fatigable tendencia de su reflejo a salir de su espejo. Cuando una situación de ésas esté sucediendo, precipite al piso de esa sala dos lágrimas de un sólo ojo.
Antes de proseguir anote en su libro de notas todo aquello que no le impresione... luego anote aquello que aún no le impresione...
Así, y como por arte de magia, no pasará nada... exacto, absolutamente nada; en dicho momento estará ud. capacitado para realizar un paralelismo.
*Dícese -según algunos escritores ortodoxos- del acto de imaginar lo imaginable; en otras palabras, estar frente a una ensoñación posiblemente ya soñada. De ninguna manera es o hace referencia, eso sí, a una palabra maletín.
26.8.08
20.8.08
Por qué me extrañó la poesía
Yo nunca nunca la vi venir; jamás lo supe hasta que la tuve frente a mí.
Sin embargo puedo jactarme ahora, sin preámbulos auspiciosos, que sin mí se moría, sin mí no vivía...
Y la tuve tan cerca de mi boca, como besando su armonía, saboreando el soneto verde de su títere melodía... maldecía mi vida, mi escisión; mi sueño, mi encarnación... maldecía estos ojos que ya no miran, estos ojos que se perdieron saludando su tentadora afonía.
Yo nunca la vi venir, lo sé; pero sentí que se posesionaba de mi furor, de mi ánimo dúctil de no querer salir. Entre lágrimas me miraba sosteniendo un amor lejano, un amor gastado, lleno de polillas y algo de naftalina...
En aquel solitario recodo lleno de gente, donde me encontraba de repente, me perseguía emocionada para saltar sobre mi pecho que no podía sostener su maldad; yo la echaba, de verdad la sacaba; yo la escoltaba para que no vieran su rostro, lleno de llagas secas machacadas con sangre de falso amor...
No me mires poesía porque ya no quiero caer; no me mires poesía porque sé de qué está hecho el padecer; conozco la hierba que hace soñar, conozco la música que quiere mi alma asestar... no mires poesía, no más por este día...
Sal de mí poesía, que mis sienes no sostienen el buen juicio, que mis manos no hacen más que arañar los papeles donde habite tu lujuria, oscura poesía...
Sin embargo puedo jactarme ahora, sin preámbulos auspiciosos, que sin mí se moría, sin mí no vivía...
Y la tuve tan cerca de mi boca, como besando su armonía, saboreando el soneto verde de su títere melodía... maldecía mi vida, mi escisión; mi sueño, mi encarnación... maldecía estos ojos que ya no miran, estos ojos que se perdieron saludando su tentadora afonía.
Yo nunca la vi venir, lo sé; pero sentí que se posesionaba de mi furor, de mi ánimo dúctil de no querer salir. Entre lágrimas me miraba sosteniendo un amor lejano, un amor gastado, lleno de polillas y algo de naftalina...
En aquel solitario recodo lleno de gente, donde me encontraba de repente, me perseguía emocionada para saltar sobre mi pecho que no podía sostener su maldad; yo la echaba, de verdad la sacaba; yo la escoltaba para que no vieran su rostro, lleno de llagas secas machacadas con sangre de falso amor...
No me mires poesía porque ya no quiero caer; no me mires poesía porque sé de qué está hecho el padecer; conozco la hierba que hace soñar, conozco la música que quiere mi alma asestar... no mires poesía, no más por este día...
Sal de mí poesía, que mis sienes no sostienen el buen juicio, que mis manos no hacen más que arañar los papeles donde habite tu lujuria, oscura poesía...
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