De ancianos este mundo a conocido bastantes. Mas yo quisiera retar al mismo Matusalem, arcaico entre los antiguos, a ver de qué manera las cosas podrían verse quizás de otro modo.
Cuando llegamos a la casa, desde el auto, abriéndose el portón, apareció ante nosotros tamaña figura. Es que su risa sí lo iluminaba todo, cual plama de sus manos abiertas en un ademán que era más que un saludo. Fuimos testigos de aquella silueta vieja, aquella silueta de hombre casado; él, el más flaco de todos, portaba su ponchera personal, acarreando tras de si toda la humanidad, los sueños y tal vez hasta los más escondidos de nuestros secretos...
Desaparecido de vez en cuando, aparecido cuando nadie más podía, obligándonos a dejarlo pagando... fuimos tantas veces "malagradecidos", infames, insolentes; por lo menos siempre el eco nos regaló su carcajada, de Arica a Magallanes, entre Tongoy y los Vilos.
En un lugar de la Mancha que tatatá tatatá, escogimos dos de nuestros mejores vestidos, bailamos tres horas y corrimos al fin despavoridos. Era la tradición, la misma de vernos las caras más de una vez, la misma que pasó fuera de nuestras casas justo en el momento en que abrimos la puerta.
A mi una vez me golpeó la pierna, quizás a otro un cortito... dimos jugo, dimos seco, en una esquina de año nuevo leyendo el diario, hablando con una niña. Ahí mismo lo reté a entrar en la botillería, en ese tiempo no era el Ron lo que acomplejaba nuestra sed, sin más que unas cuantas monedas caminamos hacia el vacío; y el vacío fue inmenso, grande, eterno.
La felicidad muchas veces se tiñe de difícil... en otro tiempo habría sido lo mismo, nuevas aventuras. Es que la oscuridad de su nombre puede en un abrir y cerrar de ojos pintar mis caminos del amarillo más preciso. Negro amarillo, cuando te salvaste por un año... qué queríamos de ti, nada... quizás todo.
Soplaste negro viejo, a pesar de la ponchera... a pesar de las muchas noches en que nos amanecimos de un lado a otro. Soplaste por los dos, a pesar de verte acabado, es que fue tan irónico verte ejemplificado en lo que cada uno de nosotros se iba a convertir... tu silueta vieja, tu silueta negra, tu sonrisa llena de luz...
Espero que puedas abrir una vez más la palma y marcar el camino a casa, espero que puedas soplar y yo pueda verlo... me hago testigo de tu silueta vieja, y ya soy cómplice, ya soy de ti lo que alguna vez podremos soñar juntos... me cubro bajo un manto oscuro como tú, opaco y tenue luz. Me cubro de la noche mas aprecio sus estrellas; tanto como aprecié esa luz, de ponchera, al lado de la puerta que alguna vez quisiste cerrar para que no me fuera.