16.5.06
Amamos tanto a Fufu
En un acto piscolesco, veraneando, tomando el fresco, nos dimos cuenta de cuanto amabamos a Fufu. Sin más ni menos Fufu salió ante nuestras dudas como quien sale de la cama un día de invierno cualquiera, friolento, somnoliento...
Y es que si hubiésemos sabido que luego de unos días, la piscola, el ron, darían paso a un sombrero de pión, que en sus fauces juntaba y almacenaba, entre monedas y billetes (incluso falsos -jamás pasamos gato por liebre-), lo necesario para cambiar... la piscola, el ron, la cerveza...
Y darse a la vida, con las ganas de quien quiere ser otra cosa, chananananananananiando, alrededor de un sombrero mexicano.
Más que una apología, Fufu significa para nosotros lo que Fufu mismo puede llegar a ser: Fufi, Fufis, hasta Fufú. Y más allá de todo y de nada, amar a Fufu representa un acto elevado, incomprensible, que supera toda genitalidad, sexualidad e incluso la amistad.
Podrá pensarse desde ahora que Fufu se convertirá en todo un ícono. Mas pensamos, sedientos, incompletos, que la vida ya sin Fufu faltará a la providad todas las mañanas; y es que si despertáramos una mañana al revés, con calor y llenos de energía, estaríamos ante la duda de creer que sí podemos prescindir de Fufu...
Y es por esto, es por esto que amamos tanto a Fufu, porque en la vida, ante un sombrero de pion, juntando "las moneas cabros", la realidad se convierte en todo lo que no se desea... en un hálito de tequila frente a unas rocas elevadas, mientras movemos nuestras cabezas para ver si el efecto se triplica, se multiplica al infinito. Y si al final de cuentas sellamos algo frente al amancer impertérrito, eso fue un sentimiento, grande como el oleaje sensual del mar encabritado, y en ese momento comprendimos, que aunque el acto fue anterior, con piscolas, rones y cervezas, no tequilas, amabamos a Fufu, como la primera vez que lo odiamos por dejar hediondo el baño, por parecer su pecho un choapino que sirvió a performances indigenistas, por creer que la vida seguía más allá de Fufu, lejos de las rocas, inmersos en el océano, despedazados en amaneceres recónditos que nunca volverán...
Las palabras sobran en cuanto a Fufu nos referimos. La vida se nos hace pequeña, y Fufu aparece violento, cruel, sobre las mentes incompletas. Amamos tanto a Fufu como Cortazar a Glenda. Ámamos tanto a Fufu porque el mismo nos ama a nostros, fuera de las piezas, lejos del ocaso. No puedo dejar de incluir a un complice de este amor arbitrario, que más que tomarnos todo los floreros amó a Fufu tanto como yo lo hice... Y si es que el supiera cuanta alegría significa compartir el sentimiento, amaríamos doblemente a Fufu, por eso Yoshi ama a Fufu, amalo como a tí mismo, como si en ralidad Fufu fuera un prójimo... dejemos de lado las rocas, las sales, los baños, el agua, y comprendamos cuántos Fufus pueden haber en este mundo... ninguno, sólo Fufu... un Fufu solo...
Amamos tanto a Fufu que jamás dejaremos de pensar por qué Fufu no dice nada cuando le dicen FUFU...
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