3.2.08

Poesía del soldado apertrechado

Hace un par de semanas nos juntamos, alevosamente, en una plaza de la capital Joven Emiliano y yo para discutir algunos temas de interés. Luego de caminar un par de veces por distintas plazas, inventando en cada visita un éxtasis de novedad, decidimos que teníamos que, imperiosamente, hacer de alguna u otra forma un aporte a la tan alicaída poesía nacional.

Para estos efectos tomamos, de una gama no despreciable de personajes conocidos, a aquellos que por capricho personal decidieramos estuvieran faltos de gracia, de nobleza o ilusión. Sin embargo este acuerdo, llegamos a la notable y alarmante conclusión que de todos los personajes, habidos y por haber en nuestras mentes algo estimuladas (preferimos esta categoría antes que nos tilden de rayados), sólo nosotros cumplíamos a cabalidad con los altos estádares propuestos.

Y no era ya sorpresa, ya que a consecuencia de nuestro insoportable nihilismo, edonismo y autorreferencismo, no podía caber en dichos parámetros persona alguna que no fuera nos. Alarmados por la situación nos enfrascamos en una discusión que duró varias horas, la que por supuesto debió terminar como toda discusión que se precie de tal debe rematar: a combos y coscachos.

Una vez cansados y maltrechos por los fuertes términos a los que nos sometimos, decidimos ponernos a pensar. Para tal efecto recurrimos a los deseos más bajos anidados en el fragor de nuestra humanidad, llegando eso sí a un importante resultado.

Fue precisamente en ese ejercicio cuando reflexionamos de la importancia del soldado apertrechado; porque estábamos seguros que a nadie, en la historia de este planeta, llamó tanto la atención como a nosotros el soldado aprtrechado. Y es que la riqueza de éste lo propone como una figura literaria en sí; y es más, el soldado apertrechado compone y estructura su propia prosa, es dueño de una especial gramática, e incluso tiende a la dialéctica.

Desde ese día no peliamos más con Joven Emiliano, porque comprendimos que la poesía del soldado apertrechado es en sí misma la poesía de la perfección consumada.

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